Ángeles y Demonios

Dan Brown me parece un auténtico genio a la hora de crear historias y atrapar al lector dentro de ellas. Sus libros son hipnóticos. Su manera de narrar me absorbe por completo y me lleva a ser un personaje invisible que lo presencia todo desde un lugar privilegiado de cada lugar en el que acontece la acción. Lo adoro, lo venero y lo tengo en un pedestal. En mi podio literario particular, Brown está no sólo encaramado, sino asentado en el puesto número uno. [Ponte cómodo, Dan, porque vas a pasar muchísimo tiempo ahí].

En defensa de Dan Brown

Soy consciente de que mi fervor por este escritor anula totalmente mi imparcialidad, pero estoy HARTA del linchamiento gratuito y constante al que se ve sometido Brown y, por ende, todos sus seguidores. Es un autor desprestigiado, cuyos libros son considerados «literatura basura» y al que muchos desacreditan. Este clasismo literario y este esnobismo me asquean: cada persona tiene SU criterio y SUS gustos. No creas que por leer a Kafka o tener como libro de cabecera el «Tratado sobre la enorme vacuidad del ser humano en el mundo consumista actual» eres más culto que una persona que lee a Dan Brown.

Es lo que yo llamo el «síndrome gafapasta»: creer que tú eres muy culto y muy intelectual por ver cine minoritario serbocroata en versión original subtitulada y pensar que eso te da derecho a mirar por encima del hombro al que prefiere una película «made in Hollywood» llena de tópicos en la que no haga falta pensar mucho y a tildarlo de ignorante. El síndrome del «Yo tengo criterio y tú no»: creer que por escuchar grupos de éxito muy minoritario o grandes clásicos del rock tienes mucha «cultura musical» y que alguien que escucha a un grupo pop de canciones azucaradas y letras almibaradas es un completo inútil por no conocer y venerar a tus dioses.

Cuando se produjo su salto a la fama internacional gracias a «El código Da Vinci», Dan Brown pasó a estar en primera línea de fuego y se ganó muchísimos enemigos (en nuestra sociedad se perdona todo menos el crimen y el éxito). Dan Brown se convirtió, para muchos, en el enemigo público número uno del mundo literario. Había que hundirlo como fuera, erosionar su imagen, desprestigiarlo por haber cometido el pecado de escribir un libro que resultó ser un éxito mundial de ventas. «¿Tiene éxito? ¡A por él!» De pronto se creó una corriente «antidanbrownista» que veía en Dan Brown todas las cualidades de un mal escritor reunidas en una misma persona y que, cual Reina de corazones en «Alicia en el país de las maravillas», pedían su cabeza mientras lo señalaban con su dedo acusador. Al final va a resultar que Dan Brown tendrá que pedir perdón por escribir libros y, sus seguidores, por leer a este señor y admirarlo.

Cargos que se le imputan

* Plagio: el primer intento de derrocar el reinado de Dan fue acusarlo de haber copiado. En concreto, los autores de un libro en el que se estudiaba la tesis que él usa como trama principal en «El código Da Vinci», lo llevaron a juicio acusándolo de haber usado su trabajo como base para construir su novela (demanda que perdieron). Las acusaciones de plagio me parecen especialmente ridículas puesto que nadie ha hablado de todos los autores que han ido al rebufo de Brown y/o lo han copiado a él. Guste o no guste, Dan Brown ha creado escuela y han sido (y son) muchísimos los autores que han intentado imitarlo y han aprovechado su nombre para darse publicidad. ¿O es que nadie se dio cuenta de la cantidad de aspirantes a Dan Brown que inundaron las estanterías de todas las librerías del mundo justo después de que Dan se convirtiera en un fenómeno mundial? ¿Se ha quejado Dan por el hecho de que muchos usen su nombre en las cuñas publicitarias de sus libros? No. Al contrario: en una conferencia que dio en New Hampshire, hizo referencia a los autores que han aprovechado su tirón y a los que han intentado difamarlo y dijo que le parece maravilloso que se genere un debate tan interesante y apasionado, si bien es consciente de que el primer propósito de esos autores es generar controversia para poder ganar tanto dinero como les sea posible. No obstante, Brown hizo gala de su caballerismo a la hora de aceptar las críticas (buenas y malas), por ridículas que sean muchas de ellas. Brown se ha convertido en un referente de un tipo concreto de literatura, le pese a quien le pese.

* Ser comercial y escribir libros de consumo rápido: el uso del adjetivo «comercial» como calificativo despectivo creo que debería ser reconsiderado, y es que se usa de modo desdeñoso cuando su significado no implica ninguna connotación negativa. Da el diccionario la siguiente definición: «2. adj. Dicho de una cosa: Que tiene fácil aceptación en el mercado que le es propio». Vemos, pues, que algo comercial es algo que gusta a mucha gente. ¿Y por eso es malo? En absoluto. Por el contrario, que algo guste a mucha gente tampoco garantiza que sea bueno. Algo que gusta a un número elevado de gente puede ser malo si consiste en algo pernicioso. A modo de ejemplo: por desgracia, el maltrato animal en nuestro país es algo que mucha gente disfruta y consume. Por lo tanto, es comercial. Pero lo que lo hace malo no es el hecho de que sea comercial sino su naturaleza en sí. Así pues, decir que Dan Brown es un mal escritor porque escribe libros comerciales es una incoherencia. Sus libros pueden no gustarte y pueden parecerte malos por muchos motivos, pero tildarlos de malos por el simple hecho de que sean comerciales no tiene mucha lógica.

* Mentir en sus libros y atacar al cristianismo: la crítica más frecuente hacia Brown es que sus novelas están llenas de mentiras y de imprecisiones. Esto ya me parece risible. Brown no vende sus libros como manuales de historia para ser usados en colegios y universidades sino como mero divertimento, instrumentos para pasar un buen rato, historias salidas de su imaginación que mezclan hechos factibles con historias imaginadas y personajes ficticios. En sus novelas queda patente que se documenta muchísimo para escribirlas: sabe de lo que habla y lo usa magistralmente a la hora de inventar tramas, personajes y aventuras. De hecho, en la nota que Brown incluye en las primeras páginas de este «Ángeles y demonios» advierte que la parte de realidad que contiene su novela son las referencias a obras de arte, tumbas, túneles y edificios de Roma, así como la hermandad de los Iluminados. Él mismo advierte que sólo eso es real. Las interpretaciones que hace de esos elementos reales es sólo ficción: Brown ve esos elementos e imagina una historia. Es como si tú coges la foto de un desconocido y escribes su biografía imaginaria basándote en lo que esa foto te sugiere. Lo mismo pasa con Dan Brown: se inspira en la realidad para crear historias y usa a sus personajes para ofrecer su interpretación de hechos históricos que, a su vez, han sido interpretados por otras personas y para plantear preguntas y reflexiones.

Su estilo literario: el código Brown

Dan Brown es un autor «formulero»: sus libros siempre siguen un mismo esquema y se rigen por los mismos patrones. Su estilo es su seña de identidad, su huella digital literaria que estampa en cada una de sus creaciones. Es el estilo Dan Brown; ése que muchos han criticado y otros muchos han intentado copiar. Un estilo denostado por unos y venerado por otros. Pero es SU estilo y, guste o no guste, ha creado escuela. Brown tiene su propia receta modelo que usa para cocinar cada libro. Lo que cambia son los ingredientes, pero la receta siempre es la misma. Y, a pesar de ser una receta muy fácil de deducir [y, por lo tanto, copiar], sólo Brown dispone del ingrediente secreto que hace de sus creaciones las delicias que son. Y lo bueno es que el ingrediente, más que secreto, es personal e intransferible porque es él mismo. El secreto está en Brown.

De su estilo narrativo se critica que sea excesivamente simple, demasiado conservador, sin lugar para la innovación ni para las sorpresas. Sin embargo, por eso me gusta: porque me ofrece lo que quiero sin alterarlo. No arriesga en su método, y por eso no falla. Es cierto que, cuando conoces su «modus operandi», es fácil adelantarte a los acontecimientos y saber por dónde saldrá Brown. El factor sorpresa desaparece en parte, aunque Dan siempre encuentra la manera de romperte los esquemas y sorprenderte de algún modo. De todas formas, cuando algo funciona es mejor no cambiarlo. Y eso hace Dan: dar a sus seguidores aquello que nos gusta. Cuando leo a Dan Brown, quiero leer al Dan Brown que conozco: quiero su estilo, su fórmula, sus trucos que ya conozco quiero el estilo Brown. Y por eso lo adoro: porque me da lo que quiero y no me decepciona.

Ángeles y Demonios: encantada de volver a verle por primera vez, señor Langdon

«Ángeles y demonios» es la segunda novela que escribió Dan Brown y, en cuestión argumental, es la que precede a «El código Da Vinci» (siendo ésta la última que tiene publicada Brown hasta la fecha). Ambas novelas tienen en común que comparten personaje protagonista, además de una estructura (argumental y narrativa) muy parecida, pero son independientes y no es necesario haber leído ésta para entender «El código Da Vinci». En este libro se empezó a gestar la semilla de lo que sería su éxito internacional. Aquí es cuando conocemos al protagonista Robert Langdon (o, mejor dicho, lo volvemos a encontrar de nuevo por primera vez puesto que la gran mayoría de lectores hemos llegado a este libro, procedentes de su secuela).

Langdon, un profesor de historia de la Universidad de Cambridge especializado en simbología religiosa, recibe la llamada de un hombre [Maximilian Kohler] en mitad de la noche que lo cita de urgencia en su laboratorio de Suiza para que lo ayude a investigar la extraña muerte de uno de sus más brillantes científicos [Leonardo Vetra], cuyo cadáver ha sido encontrado con evidentes signos de violencia y una extraña quemada en el pecho a modo de criptograma. Langdon es citado al CERN (el mayor centro de investigación científica del mundo), donde se reúne con su director y con la hija del científico muerto [Vittoria]. Según le cuentan, el científico y su hija han estado experimentando durante mucho tiempo con la antimateria, la fuente de energía más potente y eficaz del mundo (una sola gota proporcionaría la energía suficiente para abastecer a la ciudad de Nueva York durante un día entero), la más efectiva (no contamina) pero también la más peligrosa: es altamente inestable y explota cuando entra en contacto con cualquier elemento (incluso el aire) además de ampliamente destructiva (un gramo equivale a una bomba nuclear).

Vittoria y su padre habían conseguido crear unos dispositivos electrónicos que mantienen la antimateria suspendida dentro de un recipiente. Todos descubren con horror que uno de los recipientes (el que contenía más cantidad de antimateria y, por ende, el más peligroso), guardado bajo fuertes medidas de seguridad, ha sido robado. Los recipientes llevan unas baterías de seguridad de 24 horas de duración, de modo que si en 24 horas no encuentran el recipiente, éste explotará dondequiera que esté provocando una gran catástrofe. Y todas las señales apuntan hacia un responsable: una antigua hermandad secreta formada por científicos llamada Il•luminati, cuyo objetivo ha sido siempre conspirar en contra de la iglesia por haberlos perseguido durante siglos (ciencia y religión: dos conceptos incompatibles). Esta hermandad se ha visto obligada a esconderse durante toda su historia, pero ha conseguido difundir su palabra por medio de códigos, mensajes en clave, infiltraciones en las altas esferas y un punto de reunión secreto y desconocido. En Roma, por otra parte, el Papa ha muerto y se celebra un conclave para elegir a uno nuevo. Según parece, los Il•luminati planean llevar a cabo el mayor acto terrorista de su historia usando la antimateria como arma de destrucción. Langdon y Vittoria son llamados al Vaticano para usar sus conocimientos de historia del arte y de ciencia para encontrar el escondrijo del asesino y salvar al Vaticano de la destrucción total y absoluta.

Los ingredientes mágicos

1. Un tándem de protagonistas formado por un hombre y una mujer que llevan el peso de la historia.

La pareja protagonista de «Ángeles y demonios» está formada por Robert y Vittoria. Robert Langdon es un atractivo profesor de iconología religiosa de la universidad de Harvard que ha escrito unos cuantos libros al respecto; un chico solitario, que disfruta de su independencia y vive volcado en su trabajo; y, si bien echa de menos la compañía de una mujer en su vida, no quiere renunciar a su soltería. Langdon es un experto en símbolos religiosos, hermandades secretas e historia del arte en general. Cuando en el CERN aparece el cadáver de un científico con el ambigrama «Il•luminati» en el pecho, el director del centro pide ayuda a Langdon para resolver el caso. Por otro lato tenemos a Vittoria, hija del científico asesinado: es una joven independiente, segura de sí misma y que adora su trabajo. Entre ambos surge una atracción que durará durante toda la novela, creando una sensación de tensión sexual no resuelta que se complementa con la lucha desesperada que ambos tienen que librar.

2. Personajes secundarios que se van introduciendo de manera progresiva y que interactúan con el resto.

Brown siempre introduce a los personajes de manera progresiva. A medida que la novela avanza, vamos conociendo a los personajes que conforman el entramado total de la historia. Lo hace de forma magistral ya que el lector no se pierde en ningún momento. Si hay algo que no soporto son los libros en los que hay tal cantidad de personajes que es imposible seguir la trama, o los libros en los que te los introducen a todos de golpe. Con Brown, esto no pasa. Los vamos conociendo de manera progresiva y están caracterizados de un modo que los diferencia, además de que todos juegan su papel: no hay ninguno de relleno.

3. Cada capítulo narra las vivencias de un personaje.

Otra pauta que se cumple siempre en las novelas de Brown: es como si cada personaje tuviera una cámara enfocándolo y nosotros estuviéramos frente a un centro de control con muchos monitores de televisión, en cada uno de los cuales vemos qué está haciendo cada personaje. En este caso, Brown hace de «realizador»: nos indica a qué cámara debemos mirar en cada momento.

4. Libros estructurados en capítulos cortos, de unas 5 páginas.

Dan estructura sus libros en capítulos muy cortos. Es raro que un capítulo llegue a las diez páginas. Esto le confiere muchísima agilidad a la novela, y más teniendo en cuenta que los suele acabar con un «cliffhanger» (es como cuando en las películas cortan para ir a publicidad en el momento más interesante). Es algo que se le ha criticado mucho ya que, según dicen, es propio de un escritor sin talento. A mí no me lo parece en absoluto: si hay algo que se necesita para conseguir crear libros de 600 páginas LLENOS de cliffhangers es, precisamente, talento.

5. El espacio de tiempo en el que se desarrolla la acción de la historia suele ser corto: 24-48 horas.

Otra premisa que también se cumple en este libro: la bomba de antimateria tiene una batería de 24 horas, así que los personajes tienen que emprender una lucha contrarreloj para poder llegar a tiempo. Realmente, leyendo la novela, tienes la sensación de que es imposible que a los personajes, en 24 horas, les dé tiempo a hacer TODO LO QUE HACEN (volar de un continente a otro, patearse Roma de arriba abajo, deshacer el camino andado y volverlo a recorrer, encontrar un documento específico en una biblioteca de proporciones enormes, descifrar en cuestión de horas enigmas que Langdon no ha podido resolver durante toda su vida académica, etc.). De todas formas, Dan lo tiene todo bien calculado y realmente cuadra todo a la perfección; y, si bien éste es uno de los aspectos más inverosímiles de la novela, se le perdona.

6. El leitmotiv de la trama es una conspiración mundial que pone en peligro la seguridad de la humanidad.

En este caso la conspiración es contra el Vaticano y, por ende, contra la iglesia católica.

7. Los códigos cifrados y los enigmas están presentes a lo largo de toda la trama y son los que contienen la clave para evitar el desastre.

Si algo hay en todas las novelas de Brown (y, especialmente, en ésta) son códigos, enigmas ocultos en obras de arte, pistas escondidas en las calles de Roma, acertijos escondidos en páginas de libros La novela está, además, llena de curiosidades y explicaciones que la hacen interesantísima. La parte que concierne al CERN, en la que hay mucha explicaicón científica, se entiende a la perfección sin tener ni idea de física. Es algo en lo que Brown es un genio: explicar de forma llanera conceptos complicados para que, el lector de a pie, los entienda.

La novela en sí

Como no podía ser de otra forma, Dan Brown vuelve a ofrecernos otra novela de ritmo trepidante, acción ininterrumpida y páginas que arden al leerlas. Este hombre escribe auténticos «page turners» porque son imposibles de dejar a medias. Su prosa y estilo narrativo hacen que te zambullas de lleno en la historia y te olvides de todo lo que te rodea. Es una novela de ritmo muy rápido; frenético, diría yo: siempre están pasando cosas y no hay ni un solo momento de relleno. Todo el libro es acción encadenada. Es como una montaña rusa que arranca y no se detiene hasta llegar al final. Lees y lees sin darte cuenta y, cuando reaccionas, ves que ya has leído cien páginas más. La estructuración ayuda mucho a ello, además de lo adictiva que resulta su manera de narrar. ¡Es que te hace sentir que estás ahí!

Los personajes está bien construidos y no son en absoluto planos (algo que se le critica también mucho). Son personajes tridimensionales, dotados de profundidad, con un bagaje emocional y una carga psicológica a sus espaldas que les impulsan a hacer lo que hacen y a justificar sus acciones (sean buenas o malas). A los dos personajes protagonistas (Langdon y Vittoria) se les coge apego enseguida (por lo menos, yo). Ésta es una de las muchas cosas que ADORO de este autor: que siempre ponga a un hombre y una mujer como protagonistas, con tensión sexual entre ellos y que se complementen a la perfección. Siempre son personajes muy ricos intelectualmente, que se ven obligados a aplicar sus conocimientos en situaciones muy extremas. De hecho, dependen de su inteligencia para sobrevivir y eso me encanta.

Los peros de este libro son, para mí, el final Hollywoodiense y lo poco creíble de algunos acontecimientos. El final, si bien me ha gustado, me ha parecido muy «made in Hollywood», con demasiada pompa. Mientras lo leía, me imaginaba una música heroica sonando de fondo como la que ponen en las escenas finales de cualquier película del estilo. No digo que sea malo, pero sí que se ve un poco surrealista. Por otra parte ¡los protagonistas tienen más vidas que un gato! Sobreviven a incendios, disparos, persecuciones, desplomes de monumentos, intentos de asfixia ¡Es que incluso llegan a caerse de un avión sin paracaídas y sobreviven! Tampoco parecen notar la fatiga, considerando TODO lo que viven en 24 horas sin parar ni para comer. De todas formas, a pesar de ser bastante inverosímil, es DELICIOSO. ¡Es que a Dan Brown se lo perdono todo! Vale lo de lanzarse desde un avión y no romperse ni un hueso, no. Pero vamos puede hacer lo que le dé la gana, porque él lo vale. De hecho, todas las tramas que crea Dan Brown en sus novelas son bastante Hollywoodienses y rocambolescas, pero como no busco libros de historia sino novelas que me hagan pasar un buen rato, el fin justifica los medios.

¿Recomendada?

Hombre hablando de Dan Brown y viniendo de mí rotundamente: SÍ. Si habéis leído «El código Da Vinci» y os ha gustado, casi seguro que esta novela os gustará también. Son muy similares; paralelas, diría yo. Si ya habéis leído algo de este autor y lo habéis odiado, ni os molestéis porque todas sus novelas están cortadas con el mismo patrón. Si no conocéis nada de su obra y, por el argumento, os parece que no os va a gustar: dadle una oportunidad. Yo tardé mucho tiempo en decidirme a leer «El código Da Vinci» porque el argumento no me llamaba lo más mínimo. Me daba la impresión de que iba a ser un tostón de primera categoría (obras de arte, hermandades secretas, Iglesia, Opus ). Pero me encantó. Y repito: por el argumento, JAMÁS habría leído una obra de Brown. Pero por suerte leí su obra más conocida y, a raíz de ahí, llegué a las otras. Si tuviera que recomendar una, recomendaría «Fortaleza digital» (la mejor, sin duda). No recomendaría empezar con «La conspiración» (fue la que me costó más leer). De todas formas por el principio o por el final, este hombre es un placer literario; y no sólo con sus novelas sino también con sus entrevistas y conferencias: escucharlo hablar es una delicia.

PS: La próxima novela de Dan Brown se llamará «The Solomon key» y está previsto que salga en breve (la espera está siendo infernal). Por suerte para mí, Dan dijo en una entrevista que tiene ideas para 12 LIBROS MÁS. Pero por favor, Dani: date un poco de prisa y no nos hagas esperar AÑOS entre una y otra.

PS2: ¿He dicho ya que lo adoro?

PS3: Sí, soy consciente de que debería apuntarme a algún cursillo tipo: «Aprender a resumir». Lo tengo pendiente.

Deja un comentario