Anaconda – Figueroa

En esta novela, Figueroa nos relata como fue su vida a lo largo de los años, unas veces satisfecho e incrédulo ante las maravillas que sus ojos podían contemplar, otras, en cambio, según sus propias palabras: «maldiciendo mí estúpida manía de meter las narices en todo lo que no me conducía más que a increíbles caminatas y docenas de malos ratos».

En principio hacemos un recorrido por el África de los años 60 en los que empezaba su independencia, nos relata su primer contacto con este país y su viaje posterior y con él recorremos Liberia, de la que dice que es primogénita de la esclavitud y el racismo; costa de Marfil, un país agradable y acogedor, pero que por aquel entonces en su selva vivía la secta de los «poros» que eran de lo más sanguinario y salvaje.

Nos vamos a Dahoney (hoy Bennin) y sabemos que allí las serpientes eran sagradas, que el caimán es sagrado en Costa de Mafil y la araña la reina de Camerún; vamos a Nigeria, a Kano, la puerta del Sáhara; el Chad y dice que quien no conoce el Chad, no conoce África; Camerún, Douala; Guinea Ecuatorial, Bata y Fernando Poo; Gabón, y por fin de vuelta a Barcelona.En todo este recorrido que hace por África nos relata las costumbres y la belleza de todos y cada uno de los lugares que recorre, conocemos las distintas razas de antílopes: el «mahor», el «lebma» y el «urg»; al «fabel» el guepardo del desierto; los gorilas y sus costumbres; conocemos a los «bellbas» esclavos del desierto; nos habla de las antiguas pinturas de Tassili; de Smara, la Ciudad Santa del Sáhara; nos cuenta también porqué casi todos los africanos que por aquel entonces iban a la Universidad estudiaban Derecho; conocemos algunas razas africanas como:los «hanssa», «fulbé», «yoruba», «ibo», «bantí», los «pigmeo», etc.

Nos vamos de caza con unos furtivos y podemos ver la forma que tienen de trabajar y como saben ocultar a la ley su verdadera profesión. También nos aproximamos a un poblado de leprosos y vemos la miseria en que estaban; pasamos por poblados de caníbales; nos hace ver el cambio que experimenta África y que hoy en día ya no suena «la llamada de África», dice que si Hemingway viviera, ya no encontraría verdes colinas en África.

De regreso a Barcelona, el semanario «Destino» lee su trabajo sobre Africa y le contrata para hacer otros similares en Sudamérica. Así llegamos a Venezuela y nos vamos a los llanos, cruzamos el Apure y vemos como en la época de lluvias todo el llano se convierte en un gran mar y hay que buscar refugio en pequeños islotes y cuando al fin para de llover todo vuelve a la vida y renacen árboles y tierra; y conocemos la vida del llanero; llegamos al Orinoco y sus afluentes, el Caroní, el Carrao, La Paragua y muchos más ríos pequeños, pero que son ricos en diamantes; llegamos al Salto del Angel y nos impresionamos al ver su caída; nos vamos a San Salvador de Paúl, una ciudad minera, más bien un enorme campamento minero, que se había hecho de forma rápida ante la fiebre del oro y los diamantes.

De aquí nos vamos a Manaos y nos muestra su famoso teatro forrado en oro, en el que actuó la mismísima Sarah Bernhardt; el muelle fluctuante, construido por los ingleses a finales del siglo XIX, nos cuenta algo de la historia de esta ciudad.

Llegamos al Amazonas y nos habla de la Gran Carretera Transamazónica, y de la gran devastación que se hizo y nos explica porque la tierra amazónica es estéril y no se puede aprovechar para el cultivo.

De la mano de Figueroa llegamos a Brasilia, y la describe como asombrosa en muchos aspectos, pero una ciudad fría, que carece de alma y espíritu; llegamos a Río de Janeiro y ahí todo es distinto, conocemos algunas de sus playas, Copacabana, Botafogo, Ipanema; nos habla de sus carnavales, de la alegría y el bullicio de sus calles; y nos dice que en Río y en todo Brasil no hay discriminación racial.

Nos vamos a Buenos Aires y dice que en un principio se impresionó con su larga calle (Rivadavia) y la ancha (9 de Julio), pero que luego se fue dando cuenta, según pasaban los días de que toda la ciudad era igual, que parecía que un barrio era la repetición de otro y que pronto se cansa uno de recorrerlo.

Nos cuenta como es el clima de Chile y de Bolivia y también nos cuenta como es su gente y sus costumbres y dice que en La Paz es quizás uno de los sitios en el que ha visto una miseria más acusada.

Hacemos un bello recorrido por el lago Titicaca, admiramos Coatí, la Isla de la Luna; vemos como viven los indios del lago y su extrema pereza, vamos recorriendo todo este entorno y llegamos al Macho-Picchu y una vez más conocemos la cultura inca, sus edificaciones y sus leyendas, pasamos por Cuzco,Tiahuanaco, Nazca y llegamos a Lima y Bogotá.

Después de volver a Barcelona, se va a Sudáfrica y nos habla del famoso e injusto «apartheid» con sus absurdas «leyes», las cuales, por supuesto, son todas favorables al hombre blanco.

Algo más tarde, ya casado se marcha otra vez a Sudamérica y allí recorre la Ruta de Orellana y nos va relatando todo lo que encuentra en su camino, los ríos, los desfiladeros, los nativos, nos habla del tesoro de Rumiñahuí, de los «aucas», en fin, vamos recorriendo con él paso a paso todos esos sitios que algún día fueran un paraíso y que tras la llegada de la «civilización» apenas queda nada de lo que fueron.

Sería muy largo de contar todo lo que nos dice en esta extraordinaria novela, ya que nos cuenta infinidad de cosas sobre las tierras que recorre, sobre la pobreza y esclavitud de los indígenas de Brasil, Guatemala, Colombia, etc., ya que las tierras son mayoritariamente aprovechadas para el cultivo del azúcar y café, que enriquece al terrateniente, pero el indio sigue pasando hambre.

Nos dice, con una serie impresionante de datos, como muchas especies de animales africanos, de la Amazonia y de muchas otras partes del mundo, han desaparecido y sólo por el placer de una bonita piel o de un trofeo en la pared y aquí quiero citar literalmente una frase del libro: «En el transcurso de una generación, Africa a pasado de espléndida virgen a vieja prostituta; desvergonzada ramera que vende a sus animales».

Esta novela está escrita en 1975 y dice tiene cuarenta años y que ya no puede llevar una vida tan viajera, ya que padece una extraña enfermedad que le provoca intensas hemorragias en el momento menos pensado y por eso tiene que vivir cerca de un hospital, y dice que es quizás el precio que tiene que pagar por los años de aventuras, por todo lo que ha visto, la gente que ha conocido y la maravillosa vida que le ha tocado vivir y continua diciendo: «si ese precio es caro o barato, no sabría decirlo… Lo que sí puedo asegurar es que, si tuviera que comenzar de nuevo, volvería a empezar sin dudarlo un solo instante. El mundo estaba allí, y había que verlo. Y yo lo he visto».

Sin lugar a dudas os recomiendo su lectura, es quizás, lo mejor que he leído de este autor, pues de su mano recorremos partes bellísimas del mundo y es casi como si nos encontráramos allí.

Sé que la opinión se hace un poco larga, pero es imposible resumir más esta extraordinaria novela.

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