Aíres Difíciles

Resulta curioso cómo la literatura española en los últimos años ha ido tomando nombre de mujer: Maruja Torres, Rosa Regás, Lucía Etxebarría, Almudena Grandes… Ellas forman un grupo de escritoras que cuentan historias que en las reseñas de la revista del Círculo de Lectores suenan todas igual: ‘Este libro es una historia de una mujer que…’. A veces a esta mujer le pasa un ‘que’ diferente, pero la mayoría de ‘ques’ en estos casos tienen que ver con historias del pasado, maduración, historias de amor a lo largo del tiempo…

No sé si por puras cuestiones de mercado, pues está visto que quien más lee libros es la mujer, y supongo que siempre nos gusta leer sobre nosotros mismos, pero estas mujeres que escriben sobre mujeres han ido ganándose el favor de los lectores, aunque siempre hay algún soldado de Salamina o algún Alatriste por ahí dando brega.

El caso es que ‘Los aires difíciles’ es la última novela de una de estas mujeres que escriben sobre mujeres: Almudena Grandes. Aunque de hecho esta vez el espectro de personajes se amplía, y el libro trata mucho más de relaciones humanas en general que de mujeres en particular. Eso sí, con la vista siempre puesta en pasados difíciles que se empeñan en hacerse notar en el presente.

El presente se desarrolla en un pueblo de la costa de Cádiz. Uno de esos paraísos turísticos que se llenan de vida en verano para quedar desiertos en invierno. En este desierto se reúnen los protagonistas de esta novela en un exilio forzoso de un pasado complejo y de una ciudad, Madrid, que les resulta hostil.

Por uno de esos caprichos del azar, Sara Gómez, de 50 años y rica como una mala cosa, se convierte en vecina de los Olmedo, una singular familia formada por Juan, traumatólogo de prestigio que inexplicablemente se ha venido a un hospital de provincias, su sobrina Tamara, huérfana de padre y madre, y Alfonso, el hermano de Juan, retrasado mental.

En principio ni Sara ni los Olmedo tendrían que haberse convertido en nada más que amistosos vecinos. Tanto la una como los otros han vivido experiencias suficientemente duras como para aislarse de todo y de todos. Pero en sus vidas aparece Maribel, una mujer del pueblo abandonada por su marido y con fama de tía fácil, que cría como puede a su hijo Andrés, un chico la mar de especial.

A través de Maribel y Andrés Sara y los Olmedo se irán acercando. Aprenderán a vivir los unos cerca de los otros hasta hacerse indispensables, una extraña familia en la que cada miembro cuida de los demás, unidos por un extraño orgullo de superviviencia.

Lo que transcurre en el presente parece una simple excusa para irnos desvelando el pasado de los personajes principales. La vida de contrastes que ha llevado Sara y cómo ha conseguido hacerse tan rica… Cómo ha llegado Juan a hacerse cargo de su sobrina y su hermano y de qué está huyendo… Cómo Maribel intenta eludir su pasado, encarnado en su exmarido, cuando se lo encuentra en los bares del pueblo, ya que ella no tiene recursos suficientes para escapar… Hasta que el pasado, que es así de traicionero y siempre vuelve cuando parece que ya lo tienes superado, se hace presente en carne y sangre…

En fin… como se puede ver la historia es bastante manida y no sería el colmo de la originalidad. Aunque quizá ese sea uno de sus encantos, pues entre la localización, el tipo de personajes y lo familiar de la historia vemos a los personajes de lo más real y nos metemos facilmente en la trama.

La pena es que Almudena Grandes consigue sacarte de ella a fuerza de forzar nuestra paciencia. Y es que Almu es de esos escritores con párrafos increíblemente largos. Algo brutal, exagerado, que te aturde sólo con ojear lo que se te viene encima. Sin contar que, en un momento dado, hay 20 páginas sin un solo punto y a parte (pero por exigencias formales de lo que se cuenta) la Grandes es capaz de cascarte un párrafo de dos páginas tranquilamente. Y ni son páginas pequeñas ni la letra es gorda, precisamente.

Algunos pensaréis que no es para tanto que, total, la cosa se lee y se acabó, haya puntos y a parte o lo que sea. Pero el problema no es tanto el agotamiento físico de seguir las líneas como el cansancio mental de alternar con una facilidad pasmosa, dentro de la misma línea pasado con presente. Además con esa manía de nombrar a los personajes con pronombres, de manera que cuando lees ‘ella’ no sabes si habla de Sara1, Sara2, la vendedora de cupones o la madre que las parió a todas.

Pero en fin, que supongo que así son los recuerdos, caóticos, lineales y desordenados, y por eso una vez empiezas a leer este libro no puedes dejarlo. Por eso cada vez que entras en un laaaaargo párrafo terminas por sentir una placentera sensación de avidez por acabarlo.

Así que adentrarse en ‘Los aires difíciles’ es un ejercicio de lectura en toda regla. Quizá no sea un libro de verano, de esos que te lees en la playa en 20 minutillos libres. Si lo leéis, que de hecho es totalmente recomendable, disfrutadlo sin prisas, asimilando cada dato y cada frase, aunque lleve tres subordinadas infinitas detrás. Cada una de las 635 páginas del libraco os hará recordar el placer de leer. Y aunque sólo sea por eso, vale la pena hincarle el ojo.

Un besote ruidoso y pecador.

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